Venezuela, nuestro hermoso y frágil país, ese que cobija nuestros más entrañables recuerdos de infancia, los años de estudio y discusión, nuestros amigos, las aventuras y amores a la venezolana, nuestros encuentros y desencuentros con el que hacer laboral, profesional o de emprendimiento; es también él que esperamos albergue nuestros sueños y metas futuras más sublimes, humanas y profesionales por realizar.
Y digo esperamos, con un sentido de urgencia y de deseo delator de que es aquí, donde al menos yo quiero seguir mi transito de forma libre y en paz.
Si bien desde que tengo uso de razón la ausencia de políticas públicas ha sido la constante, aunado a la corrupción, la falta de planificación y la ineficiencia pública en el adecuado cumplimiento de sus funciones. Esta anomalía se agrava ante nuestros ojos de forma desproporcionada en particular en los últimos 10 años, atentando contra nuestro propio desarrollo en este suelo que nos cobija.
Las políticas públicas no son más que el conjunto de lineamientos y planes de acción que definen la acción gubernamental, cuya implementación se traduce en programas y proyectos, que implican acciones y actividades concretas, coherentes, planificadas y coordinadas sobre una visión de país compartida y tendiente a generar progreso, bienestar, crecimiento y desarrollo.
La ausencia de políticas públicas implica, la decisión de no actuar ante un determinado problema y por tanto esa decisión de no actuar conforma en sí misma una política pública, de no hacer, no ejecutar o no implementar, lo que ya en si es una tragedia de larga data en este nuestro país.
Otra cosa es cuando se suma a esta ausencia, el diseño de leyes que promueven procesos de segregación, división y sectarismo que se traduce en la institucionalización de antivalores y normas contrarias a principios fundamentales de convivencia y del desenvolvimiento sano de la actividad productiva, educativa, de seguridad social, judicial, del desarrollo local y hasta el electoral en el país.
Es nuestra vida la que se ve directamente afectada por la institucionalización de antivalores, razón suficiente para entender que somos responsables por permitirlo y somos también los responsables en solucionarlo. Responsables, si por nuestras omisiones y a veces por nuestras miserias, por creer que la culpa es de la vaca, del toro o del tigre, pero nunca nuestra. Responsables por dejarnos imponer líderes mediocres y visiones ajenas a las nuestras, por tener memoria frágil, por leer y no comprender, por pasar la página y no acumular aprendizaje, por criticar y no aportar, por no tenderle la mano al otro que ahora llamamos adversario, por olvidarnos del otro, ese que tiene carencias y necesidades tan inmensas, que en medio de nuestra propia subsistencia diaria es difícil suplir solo con limosnas.
Por ellos debemos trabajar todos, porque solo en la medida en que el venezolano con más carencias prospere en calidad de vida y bienestar al contar con un país que le ofrece oportunidades de formación, empleo, salud, vivienda, entre otras tantas es que garantizaremos nuestro propio bienestar y por ende un país más seguro, menos violento, sin resentimiento y más humano.
Sin duda la esfera de las políticas públicas constituye el principal factor que debe aportar en la solución país, pero aunada a ella debe estar de pie cada ciudadano sumando desde su micro-esfera de actuación. Y es nuestra obligación asumir el liderazgo ciudadano responsable, ese que exige y no mendiga políticas públicas cónsonas y de equidad en todo el país, el mismo liderazgo que exige rendición de cuentas y ejecución de proyectos y obras a tiempo, de forma efectiva y eficiente que nos incluyan a todos.
1 comentario:
maravilloso Doctora su blog... de Tamira
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